14 de diciembre de 2011

Educación, Salud y Bienestar



Para los seres humanos, el derecho a aprender se ve restringido por la obligación de asistir a la escuela.

Tanto el pobre como el rico dependen de escuelas y hospitales que guían sus vidas, forman su visión del mundo y definen para ellos qué es legítimo y qué no lo es. Ambas instituciones consideran irresponsable el medicamentarse uno mismo, y lo ven como una forma de agresión y subversión. Para ambos grupos es sospechoso el logro independiente y requieren el apoyarse en el tratamiento institucional .

Las burocracias del bienestar social pretenden un monopolio profesional, político y financiero sobre la imaginación social, fijando normas sobre qué es valedero y qué es factible.Al igual que el morir y la muerte han venido a quedar bajo la administración institucional y el dictamen del médico y de los empresarios de pompas fúnebres

Sólo al desviar los dólares que ahora afluyen a las instituciones que actualmente tratan la salud, la educación y el bienestar social, podrá detenerse el progresivo empobrecimiento que ahora proviene del aspecto paralizante de las mismas instituciones.

Se reconoce de manera general hoy por hoy que el medio ambiente físico quedará destruido dentro de poco por la contaminación bioquímica a menos que invirtamos las tendencias actuales de producción de bienes físicos. Debería reconocerse asimismo el que la vida social y personal están igualmente amenazada por la contaminación del Ministerio de Salud, Educación y Bienestar, subproducto inevitable del consumo obligatorio y competitivo del bienestar, salud y educación.

Otra gran ilusión en que se apoya el sistema escolar es aquella de que la mayor parte del saber es el resultado de la enseñanza. La enseñanza puede, en verdad, contribuir a ciertos tipos de aprendizaje en ciertas circunstancias. Pero la mayoría de las personas adquieren la mayor parte de su conocimiento fuera de la escuela, y cuando este conocimiento se da en ella, sólo es en la medida en que, en unos cuantos países ricos la escuela se ha convertido en su lugar de confinamiento durante una parte cada vez mayor de sus vidas.

Sin duda que no sólo el maestro, sino también el farmacéutico protegen sus oficios mediante el espejismo público de que el adiestramiento para aprenderlos es muy costoso.

No podemos iniciar una reforma de la educación a menos que entendamos primero que ni el aprendizaje individual ni la igualdad social pueden acrecentarse mediante el ritual de la escolarización. No podremos ir más allá de la sociedad de consumo a menos que entendamos primero que las escuelas públicas obligatorias reproducen inevitablemente dicha sociedad de consumo, independientemente de lo que se enseñe en ellas.

Ivan Illich (La sociedad desescolarizada (1971))



1 comentario:

  1. que se puede comentar frente a la realidad?? excelente!saludos malditos

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