Disciplina y concentración
Nuestra cultura lleva a una forma de vida difusa y desconcentrada, que casi no registra paralelo, se hacen muchas cosas a la vez: se lee, se escucha la radio, se habla, se come, se bebe. Somos consumidores con la boca siempre abierta, ansiosos y dispuestos a hurgarlo todo: películas, bebidas, conocimiento. Esa falta de concentración se manifiesta claramente en nuestra dificultad para estar a solas con nosotros mismos. Quedarse sentados, sin hablar, fumar, leer, beber, es imposible para la mayoría de la gente. Se ponen nerviosos o inquietos y deben hacer algo con la boca o con las manos. (Fumar cigarros es uno de los síntomas de la falta de concentración: ocupar la mano, la boca, los ojos y la nariz.) (Freud murió de cáncer por cigarros, el padre de la psicología).
En la sociedad actual solo se posee disciplina y concentración para levantarnos temprano e ir a trabajar 8 horas diarias o actividades afines (educación, trabajo, ganar dinero).
Quien haya tratado algunas ves de dominar un arte sabe que la paciencia es necesaria para lograr cualquier cosa. Si aspiramos a obtener resultados rápidos, nunca aprenderemos un arte (El niño aprende a caminar con mucha disciplina y concentración, se cae hasta que lo logra). Para el hombre moderno, sin embargo, es tan difícil practicar la paciencia como la disciplina y la concentración. Todo nuestro sistema industrial alienta precisamente a lo contrario: la rapidez. Todas nuestras maquinas están diseñadas para lograr rapidez: el coche y el aeroplano nos llevan rápidamente a destino – y cuanto mas rápido mejor - La maquina que puede producir la misma cantidad en la mitad de tiempo es muy superior a la mas antigua y lenta. Naturalmente, hay para ello importantes razones económicas. Pero, al igual que en tantos otros aspectos, los valores humanos están determinados por los valores económicos. Lo que es bueno para las maquinas debe serlo para el hombre- así dice la lógica. El hombre moderno piensa que pierde algo - tiempo. Cuando no actúa con rapidez; sin embargo, no sabe que hacer con el tiempo que gana - salvo matarlo-.
-Eric Fromm (extracto del libro "El arte de amar").-