16 de febrero de 2010

El Orden Medico

 
"...Existe un parentesco entre el hechicero y el médico capaz de establecer un pronóstico: el porvenir está inscrito en las palabras que pronuncian..."


Todo amo necesita de un esclavo (uno al menos) que le reconozca su poder. Todo maestro necesita un alumno (uno al menos) que le reconozca su saber.

Para mantener su posición de dominio todo médico debe ser un personaje ."Llámeme Doctor... Contésteme: 'Sí, Doctor' o 'No, Doctor'... Y cuando tenga la oportunidad de hablar de mí fuera de aquí no deje de expresarse así: 'el Doctor dijo',el Doctor hizo'".La autoridad y la importancia del médico son atestiguadas por signos indiscutibles. Sus títulos le permiten hablar en voz alta, así como llevar el caduceo en su coche le asegura una casi impunidad ante la policía. Su sala de espera siempre llena prueba que es muy solicitado, que está sobrecargado. Mientras espera, el público discute, habla de «él», con lo que se crea un estado de sugestionabilidad favorable a su prestigio y autoridad. Si se trata de un gran médico, sólo tras una larga espera se consigue una entrevista con él. De cualquier manera, se hará desear.

Los medios de comunicación de masas no dejan de hacer la hagiografía de los «hombres de blanco». Tienen razón; los médicos son valores más seguros que los príncipes y que las actrices; y se cuentan entre los pilares más sólidos del sistema social, porque son el ejemplo más indiscutible de lo bien fundado de los privilegios que se le conceden hoy a la competencia.Y cualesquiera que sean las ridiculeces que rodean este tipo de operaciones, los médicos tienen toda la razón en ocuparse de su imagen, rectificándola de acuerdo con los gustos de la época. El personaje que mantiene "el discurso del Amo" no puede ser un personaje cualquiera. La solidez de su inserción social, que ratifica su inscripción en la Orden de los médicos, es la garantía de la eficacia de su discurso, del que en parte es autor o al menos portavoz ante sus enfermos.

Convencer al enfermo de la superioridad del saber médico no es una tarea sencilla. El médico afirma su prestigio con el pronóstico.Sin embargo, al establecer el pronóstico hay algo más que la preocupación por dar prueba de un talento adivinatorio.El discurso médico se emparenta con el discurso profético en el sentido en que alude a ello Michel Foucault: Anuncia el porvenir, y por lo mismo que lo constituye ,contribuye a crearlo. Mediante su intervención, el médico modifica el curso de la enfermedad, aun en ausencia de toda intervención medicamentosa o de otro tipo, pues modifica la relación del enfermo con su enfermedad. ¿No se espera de la visita del médico que procure un alivio a la angustia, una esperanza salvadora en la curación? .A partir de Hipócrates y hasta nuestros días, el médico tiene por norma no pronunciar un pronóstico fatal, que sólo agravaría el estado del enfermo y suprimiría las pocas posibilidades de curación que siempre ha de suponerse que tiene. El Código deontológico obliga al médico a no decirle toda la verdad al enfermo: (Art. 34). En la práctica, esto significa también que ha de hacer ciertos diagnósticos cuando la enfermedad se considera fatal. Diagnóstico y pronóstico son tan próximos que el público suele confundir sus nombres: "¡Los médicos reservan su diagnóstico!" .Cuando la Facultad «condena» a un enfermo, este juicio de realidad tiene más peso que el juicio de valor sobre el criminal «condenado» por los tribunales, que todavía puede apelar al recurso de gracia. Existe un parentesco entre el hechicero y el médico capaz de establecer un pronóstico: el porvenir está inscrito en las palabras que pronuncian. Los anatomoclínicos del siglo XIX se relacionan con los arúspices: supieron analizar las entrañas antes de abrir el vientre.El porvenir está inscrito en ellas como en un libro, y la medicina aprendió a leerlo.

Una muestra del poder del discurso médico: El estudio del cariotipo del feto susceptible de sufrir una anomalía cromosómica permite determinar así el sexo de la criatura que va a nacer. Y los padres van a considerar la fecha de este anuncio como la fecha del nacimiento. Es la fecha en la que averiguan el sexo y eligen el nombre; también es la fecha en que deciden no recurrir al aborto que una anomalía cromosómica justificaría.

El Discurso medico es un discurso magistral, discurso del amo . las tomas de posición personales y colectivas dirigidas a asegurar el prestigio necesario ante el público y los enfermos,su rechazo de todo orden que no sea específicamente médico, ,y el acto medico propiamente dicho ,el que se produce junto al lecho de los enfermos, es la clínica.

La primera etapa de este proceso consiste en la afirmación: usted padece una enfermedad. Su cuerpo está habitado por una enfermedad en la que usted no está personalmente comprometido. El enfermo es así invitado a desprenderse de toda interpretación subjetiva de lo que le sucede. Está invitado a mirarse como a otro, a desconfiar de lo que experimenta, porque todo lo que experimente ha de interpretarse en función de esa enfermedad que él no puede conocer y que sólo el discurso médico puede interpretar. El enfermo se ve definido como: hombre+enfermedad. Lo que sellará su entrada en el discurso médico es el nombramiento de la enfermedad, el diagnóstico. A través de ello, el médico muestra que lo que padece el enfermo tiene un lugar en el sistema de los significantes que constituye el discurso médico.

Este nombramiento, incierto, no comporta solamente el aspecto negativo que comporta toda categorización. Además, y sobre todo para el enfermo, es un acto que contribuye a disipar su angustia. Todo eso que experimentaba, y que no se podía relacionar con lo que podía interpretarse a partir de su saber sobre sí mismo, toda esa oleada de sensaciones penosas, dolorosas, angustiantes, muchas veces cargadas de culpabilidad, es retomado en el discurso médico, que afirma que puede encontrarse un sentido en lo que hasta entonces era un puro no-sentido. Y el médico afirma que domina ese sentido nuevo, o que puede llegar a tenerlo bajo su dominio. Dominio al menos verbal, aun cuando no pueda reducir la enfermedad. ¿Cuántos estados indefinidos pueden, entonces, ser transformados en afirmaciones tan perentorias como dudosas?, al modo de:"Usted está deprimido, y la depresión es una enfermedad. Usted es alérgico, y la alergia es una enfermedad." "Usted es alcohólico, y el alcoholismo es una enfermedad.

Discurso totalitario, por consiguiente, y que excluye que el enfermo oponga sus razones a la razón médica. Sin duda el médico pide el consentimiento del enfermo para practicar sus análisis, pero se trata de una precaución más formal que real. El enfermo no sabe exactamente a qué se expone con los análisis y tratamientos que se le proponen, y el médico no puede explicarle todo, so pena de infligir angustias inútiles con la exposición de las incertidumbres y riesgos que el enfermo no está en condiciones de comprender, en la medida en que su estado no le procura la serenidad deseable, cuando no lo ha vuelto totalmente inconsciente (si está en coma, por ejemplo). De todos modos el orden médico se impone, y aunque el médico no consiga que el enfermo se someta a lo que él ordena, la presión de la familia y los allegados es tal que casi siempre se logra su sumisión.

Habría que hablar de la extensión del orden médico más allá de la relación médico-enfermo. Porque también allí han entrado en las costumbres las consideraciones "sobre los supuestos estados de salud". "Un hombre sano es un enfermo que no sabe que lo está", y ha de someterse a los análisis de la medicina preventiva, vacunación, etc., que le dirán lo que él no sabe ni experimenta, y le propondrán o le impondrán las medidas necesarias para evitar las enfermedades. Pues también la medicina sabe cada vez más que hay enfermedades contagiosas, epidémicas, que interesan a la sociedad en general más que al sujeto mismo, y como en este caso por lo general la que paga es la sociedad, tiene derecho a vigilar la salud de cada cual. Si por una parte el derecho a la salud se ha convertido en un derecho imprescriptible de todo hombre, por la otra se ha suprimido entonces su derecho a la enfermedad.

«El imperialismo médico» es un término que han empleado los juristas para designar el absolutismo de las decisiones del tribunal que constituye la competencia médica, representada por el Consejo de la Orden medica, excluyendo cualquier otra jurisdicción. Este término podría aplicarse a las extensiones de poder del médico en los dominios que en principio son extraños a él. Ha intervenido al lado del Inquisidor contra el brujo, al lado del magistrado contra los criminales. En los hospicios de la Revolución separó a los sifilíticos, a los locos, a los delicuentes, a las prostitutas, que hasta entonces se mezclaban en el mismo vertedero. Su acción fue casi siempre «liberal», pero su dominio es cada vez más grande y cada vez menos discutido.

...Todo amo necesita de un esclavo que le reconozca su poder. Todo maestro necesita un alumno que le reconozca su saber....

-Jean Clavreul

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