La humanidad ha sido
educada bajo la lógica aristotélica , que es lineal y unidimensional, y
la vida no es en absoluto aristotélica, es hegeliana. Su lógica no es
lineal, es dialéctica. El proceso mismo de la vida es dialéctico, un
encuentro entre los opuestos y la vida transcurre a través de de este
proceso dialéctico: desde la tesis a la antítesis, desde la antítesis a
la tesis, y luego de nuevo, la síntesis se convierte en una tesis. Todo
el proceso comienza una vez más.
Si
Aristóteles estuviera en lo cierto, habría solamente hombres y no
mujeres, o solamente mujeres y no hombres; existiría solo la luz y no la
oscuridad, o solamente la oscuridad y no la luz, eso sería lo lógico.
Existiría o bien la vida, o bien la muerte, pero no ambos.
Pero
la vida no se basa en la lógica aristotélica. La vida es ambos. Y la
vida es únicamente posible debido a que ambos existen, debido a los dos
opuestos: al hombre y a la mujer, al ying y al yang, al día y a la
noche, al nacer y al morir, al amor y al odio. La vida consiste en
ambos.
Por eso la muerte no está contra la vida; eso es lo primero. La muerte
está implicada en la vida, y si quieres vivir de un modo auténtico has
de aprender a morir de un modo auténtico, has de aprender a mantener un
equilibrio entre el nacer y el morir y has de permanecer justo en el
medio una y otra vez, pues no has de descansar, porque la vida no cree
en descansos, es un movimiento constante desde la perfección hacia una
mayor perfección.
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