28 de noviembre de 2011

Sincronicidad: Profundidades recónditas del ser


Existen fenómenos psicológicos paralelos que no pueden relacionarse sin más entre si de un modo causal (causa-efecto), sino que deben estar en otro encadenamiento de sucesos. Este encadenamiento me pareció darse esencialmente en el hecho de la relativa simultaneidad. De allí la expresión ‘sincronistico‘. Pues parece como si el tiempo no fuese algo abstracto, sino más bien un continuo concreto, que contiene cualidades y condiciones básicas que, con relativa simultaneidad, pueden manifestarse en diversos lugares, en un paralelismo que no puede explicarse causalmente, como, por ejemplo, en los casos de la aparición simultánea de pensamientos, símbolos o estados psíquicos idénticos.

Las leyes de la sincronicidad se caracterizan tanto por su evidente significancia como por la imposibilidad de reproducirlas experimentalmente, o someterlas a una verificación científica regida por las leyes de la causalidad.

Nosotros, los occidentales, tratamos de captar el sentido de una situación aplicando a ella el principio de la causalidad y pensando que éste nos permite captar el sentido del momento en forma exhaustiva. El principio de la sincronicidad parte del supuesto básico de que todos los acontecimientos de un determinado momento están relacionados entre sí. A pesar de que no se divisa ninguna relación causal entre los acontecimientos, éstos forman sin embargo una extensa unidad, donde imperan una ley y un sentido. Es así que aquel que comprende el sentido de una particular situación será capaz de reconstruir, a partir de lo captado, la totalidad de los acontecimientos.

El hombre como microcosmos es gobernado por las mismas leyes y tendencias que imperan en el universo. Es así como participa también del sentido del acontecimiento cósmico. Así como las trayectorias de los astros están regidas por una ley cósmica, esta misma ley también impera para el hombre individual. En consecuencia, la experiencia de sí mismo eleva al hombre a la experiencia del Universo y de la Vida en general: el que se experimenta a sí mismo hasta las profundidades más recónditas de su ser, experimenta la Vida. Podemos decir que las fuerzas estructurantes del universo y las energías formativasdel hombre están en correspondencia.


Helena Jacoby De Hoffmann.-

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